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Desde el estacionamiento colindante, una mirada oculta a la tierra baldía, a sus visitantes, a sus penas. Registrando el inexorable paso del tiempo en ese submundo del mundo, en el que conviven los seres marginados por la ciudad, tocándose sin tocarse, amándose tal vez. En este refugio, los sucios colchones, los cartones, los viejos sillones aportan un poco de calor. Llega el fin, el llamado del progreso precipita la nueva realidad.
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